Esta serie es la que siempre recomiendo ver a los profesores. De hecho, hoy en una de esas videollamadas fatídicas se la he aconsejado a una amiga que es maestra.
Merlí es profunda y emocional y demuestra la importancia de un buen guion. No es una ficción cara, no tiene efectos especiales y no los necesita. Hay dos claves que hacen que funcione por sí misma: por un lado, un protagonista cincuentón con carisma capaz de enamorar, querer y admirar que utiliza unos métodos poco ortodoxos, y por el otro, unos alumnos, cada uno con su pedrada, entre los que destaca Pol, un adolescente con magia al que el resto de profesores han dado por imposible por su falta de concentración.
El profesor Merlí objetivamente parece un perdedor. Está divorciado, vive con su madre, va a hacerse cargo de un hijo adolescente con el que no ha convivido nunca y no tiene trabajo. Pero él es positivo y valiente, en ocasiones demasiado. Nuestro protagonista se expone continuamente, no escoge sus guerras, entra a todas las batallas y le importa muy poco lo que digan de él.
De repente, le llaman para trabajar como profesor interino. Y mientras su hijo y su exmujer lo ven como un fracasado, los alumnos lo tratan como un héroe loco, no se aburren en sus clases de filosofía y empiezan a plantearse donde están y qué quieren hacer con sus vidas.
Esta ficción profundiza en la importancia de crear equipo. El profesor les enseña que tienen que ayudarse entre ellos, ya que cooperando se harán más fuertes, y todo a través de las enseñanzas de los filósofos que han marcado la historia. El individualismo no trae nada bueno y él lo explica a través del pasado para poder así entender su presente.
Sin duda, si tuviese que sugerir una serie para ver durante este confinamiento sería ésta.