“No respondas mis mensajes, no merezco tu atención… Pido perdón por no ser mejor que nadie, pido perdón, no hace falta que me hables…”
Esa canción escrita por Marcelo Criminal y que han versionado el grupo Carolina Durante y Amaia dan música a la película Mi pequeña Suiza. Este largometraje habla del amor y el desamor en un contexto de humor. La premisa recuerda al taquillazo de 2014, Ocho apellidos vascos. Sin embargo, esta vez los guionistas -Sonia Pacios, Kepa Sojo, Alberto López, Daniel Monedero, Jelen Morales-, le dan un giro de tuerca a la premisa y la historia transcurre en Tellería, un pueblo imaginario castellano que primero forma parte del territorio vasco y que, después, tras un curioso hallazgo en el santuario, los peculiares habitantes piden su anexión a Suiza.
Gorka, el protagonista vasco, tiene un dilema amoroso entre Nathalie, su ex novia concejala vasca a la que conoce desde niño y Yolanda, su compañera de trabajo arqueóloga gallega a la que su madre no soporta. Gorka hacia su ex novia siente una fuerte tensión sexual, pero con Yolanda, la mujer recién llegada, se iría al fin del mundo si hiciese falta.
Esta comedia utiliza el chiste fácil y tira de estereotipos a la hora de dibujar a los vascos y los suizos gracias a unos admirables actores como son Maggie Civantos, Jon Plazaola, Maribel Salas, Ingrid García Jonsson, Secun De La Rosa, Enrique Villén, Ramón Barea o Karra Elejalde, entre otros. Los protagonistas primero quieren ser vascos y chapurrean como pueden el euskera y se visten de caseros. Después, cuando se quieren convertir en suizos intentan hablar alemán y no dudan en vestir su traje típico. En un contexto como es el actual esta película tiene una sola pretensión: subrayar las diferencias para poder reírse de ellas.
En definitiva, el humor de verdad nace del dolor humano y los mejores personajes cómicos de la caricatura, es decir, de exagerar y agudizar las peculiaridades de las personas hasta molestar un poco. El humor se encuentra en esa fina línea entre aflojar y tensar. Esta película lo hace y se ríe desde la superficie de unos problemas que en última instancia resultan más profundos.