La figura de la movida madrileña, el hombre que escondía su carácter tímido con altivez y el director más idolatrado, pero al mismo tiempo más desconocido, lanzó Dolor y gloria el año pasado.
A priori, comparándola con el resto de sus películas esta última parece la más sencilla. Sin embargo, además de eso es la más honda. El director manchego se desnuda con un poco de pudor, pero al final se lo quita todo. Muestra al que fue su gran amor. Una relación de poco tiempo bastó para no poder olvidar al que fue el hombre de su vida. Con matices, ya que como los maestros del misterio, no acaba de aclararlo todo. Se profundiza en una relación tóxica e imborrable con fecha de caducidad en la que el protagonista y su amante se sintieron vivos.
El director también se adentra en la relación con su madre. Nunca llegó a ser suficiente para ella. Ha sido mitificado por los desconocidos, y común para la persona más importante de su vida. Al fin y al cabo, no era su fan, solo era su madre.
No es una película de fuegos artificiales y cuenta con pocos complementos, pero ayuda a conocer, aunque no del todo, los sentimientos y secretos del director más famoso de este país.